jueves, abril 19, 2007

Diecinueve de abril de dos mil siete. A seis años, seis meses y dieciocho días de aquel lejano primero de octubre en que comencé la facultad. Mucho tiempo. Mucha más distancia.

Pensaba en viejas convocatorias, antiguos suspensos y en algun que otro proximo aprobado. Pensaba en los alumnos de la Universidad Técnica de Virginia. Imaginaba como erán sus vidas. Imaginaba como ya no serán. Sentado sobre aquella pasarela del parque, contemplaba una vez más el naranja agonizante, casi rojo, que acompaña cada día las puestas de sol, mientras recordaba como fue mi vida durante aquellos años.

Como siempre, un poco por capricho y otro poco por placer evite pensar en como pudo ser. En como ya nunca será.

Pasaba el tiempo. Se hizo noche y volvieron a mi gastada memoria, aquellos versos que como la más cruel amenaza dejó grabados el más celebre poeta chileno:

"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas."

Expectante, dibuje media sonrisa en mi rostro, di media vuelta y me marche.

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